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28 Marzo 2024 | Villa Gesell
Testimonios de la cuarentena
Miguel Rivas es un argentino que vive en Madrid y tiene en su historia familiar fuertes raíces geselinas como empresario hotelero (Hotel Velero y otros). Escritor de ensayo y novela lleva a cabo, desde 2012, misiones y estudios en calidad universitaria en Oriente Medio y Asia-Pacífico para UNWTO (United Nations World Tourism Organización) y representa en la Unión Europea a Alta Gerencia Internacional. A continuación nos cuenta su experiencia en una de las ciudades más castigadas del planeta.
¿En qué cambió tu vida cotidiana con la cuarentena y cuál es tu vivencia concreta de la situación allá?
Madrid es una ciudad fantasma, está viviendo tal vez esas
postales que te quedan grabadas en la retina. Yo tuve un abuelo que murió en la
guerra civil, y me comentaban que había mucho dolor pero claro, cuando tenían
que hacer sus mandados no había problemas, pero aquí estamos obligados a no
salir a ningún lado, a quedarnos encerrados, apenas salimos para una compra o
un medicamento. Hay muchísimo control policial, y te tenés que justificar con
una receta, una compra, una bolsa.
Estamos muy limitados, peor que los tres años que pasé en Shangai con la
gripe A. Por otra parte, este tiempo de cuarentena me recordó a mi abuelo
cuando nos hablaba del tiempo de sementera. Las semillas se lanzan cuando la
tierra ha descansado. La pregunta que surge es: ¿Hace cuánto tiempo que el
hombre no descansaba para que lo que intentaba sembrar fuera fértil y/o
provechoso?
¿Cómo evaluás la reacción de la comunidad y del país frente
a esta emergencia?
Toda la situación está mostrando una cierta uniformidad de
la educación universitaria, pero una falta de educación en habilidades para la
vida, en cuanto a tener paciencia, aceptar lo que nos viene, poner el hombro,
falta de sentido de familia, de una educación previa. Por lo tanto, desde hace
décadas (quizá desde la bestial digitalización) se educa para la certeza, para
el éxito y la reputación, que no frustración, saber vivir y convocar sin llamar
la atención. Cuando un tsunami virósico trae la lava de la incertidumbre nos
agita y cual castillos de arena, caemos a la 1ª de cambio. Y a la 2ª, y a la
3ª. Ahora, no se trata de levantar pesas del gimnasio o la carga diaria.
Con poder levantarse uno, será más que suficiente (y conveniente).
¿Qué experiencia estás viviendo a nivel familiar?
Se verifica una costumbre que hoy parece Neanderthal:
Cada uno en su silla, a la misma mesa; cada uno en su cama (en la misma casa). Y
algún tímido vestigio del Homo Sapiens, en: Cada uno en su cama
(en el mismo hospital). Parece que compartíamos más espacios y
necesitábamos (afectiva y logísticamente) más de lo que imaginábamos. ¿Será que
éramos sedentarios y nos habíamos acostumbrado (y disfrutado) con ser nómadas
sin destino cierto (lejos de la tribu familiar), aunque nunca faltara un GPS?
¿Quisieras hacer una reflexión?
Mi reflexión sobre estas tres semanas de confinamiento las
adjunto en un PDF elaborado para Alta Gerencia Internacional (www.altagerencia.internacional.com).
Creo que aún no lo han publicado aunque no hay orden de prelación. Como verás
acá y más abajo, la escritura también es fruto fértil cuando la sementera está
cuidada y libre de hierbajos.
Con respecto a que de esta situación puede salir un espíritu
más solidario, yo no soy muy optimista. Yo creo que dependerá de cómo
permeabilicemos esto. Hay gente que lo podrá internalizar mejor que otras, y
que podrá compartirlo. Pero hay chistes estos días que no dejan de ser muy
gráficos, como el que dice: “me pasé toda la charla conversando con mi mujer y
la encontré bastante simpática…” O sea que la gente está o estaba en el hacer, y
no en el ser. Hacen su trabajo, ponen la energía en lo que da guita, más allá
de la ocupación o de los viajes de negocios que tengan, el hecho tener una
identidad, de compartir con tu mujer, con tus hijos, tener un diálogo, sentir
que somos parte de una misma tribu, eso no existía.
Lecciones neuropandémicas
- Nos dijeron de permanecer en casa y caímos en la cuenta de
que muchos no la tenían.
- La distancia social trajo la proximidad y la convergencia
familiar fue por fin algo creíble.
- Lavarse las manos, imperativo y como agua muchos no tenían
a prevenirse se les impedía.
- La falta de tiempo era una excusa y el reto, al saberlo,
fue cómo lo distribuyo sin aburrirme.
- Quietud y sosiego ordenaron el tráfico de personas y
coches sin intervención policial ni roces.
- Mientras ancianos y jóvenes pernoctaban al sereno, en
parkings había coches viejos y nuevos.
- Sensatez e igualdad parecieron que no venían de ideologías
extremas, ni de creencias limitantes.
- El consumo vació estanterías mientras los hospitales iban
siendo invadidos por delgados y obesos.
- El confinamiento recuperó la vida doméstica y los niños
estuvieron más tiempo con sus progenitores.