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20 Noviembre 2024 | Villa Gesell
El Fundador TV
Fundado en 1956, “Gema cosas raras” es uno de los comercios más longevos de la ciudad, además de uno de los más particulares. Su historia es la historia de una familia, que llegó a Villa Gesell a mediados de la década del 50, se enamoraron de la ciudad y nunca se fueron.
Eva, hija de los fundadores, Vala y Eduardo Spiech, cuenta la historia… “Con mis padres llegamos a la Argentina en 1949, en marzo, yo muy pequeña. Decidieron venir después de la guerra, ya que no querían volver a la Polonia comunista. En busca de nuevos horizontes, vinimos y nos instalamos en Quilmes. Nació mi hermano, y el tenía muchos problemas bronquiales, por lo que los médicos les recomendaron el mar o la montaña para que se recupere. Mis padres, siendo amantes del mar, se decidieron por la costa, y cuando entraron a Villa Gesell, ¡Quedaron maravillados!”
Eva y Ricardo, junto a sus padres, se instalaron en Gesell y Ricardito mejoró rápidamente. “Mis padres decidieron alquilar un local, ellos tenían en Quilmes una fábrica de plásticos, cotillón, bijouterie, ese tipo de cosas. Pusimos un local chiquito al lado del hotel “El Velero”, en Avenida 3 casi Paseo 104, donde estuvimos tres años. Mi padre decidió ampliar, y nos pasamos a “Brisas”, en 104 y 3.”
A la par que abrieron el local, Eduardo y Vala comenzaron a viajar por el país buscando artículos. “Siempre les gustaron cosas diferentes, raras… Empezaron a viajar por todo el país, encontrando cosas, y despacito fueron formando un pequeño museo. Más tarde nos mudamos a la galería “Kenka”, en 3 y 107, donde estuvimos quince años.”
Más adelante, el tamaño del local, y también cierto cansancio del centro, hicieron que planificaran una nueva mudanza. “Nosotros teníamos la casa acá, y entonces mi padre decidió comenzar a construir un pequeño local para que mi madre pudiera estar más tranquila. Justo ese año, el dueño del local se lo pidió porque lo quería trabajar él, y ya había iniciado la construcción de este local, así que nos mudamos. Al principio era un local chiquito, pero se empezó a agrandar porque cada vez había más cosas, de hecho, ahora está más chico.”
Con casi setenta años de vida comercial, Eva sigue destacando el perfil familiar. “Esto no es un negocio, más allá de que vivimos de la venta, esto es un lugar familiar, es juntar cosas para exponer lo que nos gusta, la naturaleza, la idea era esa, una casa museo para mostrar al público nuestros gustos, es una cuestión familiar, más allá de vivir del comercio.”
La familia dejó una fuerte marca en la Gesell de los 60 y los 70. Eva fue una de las grandes bellezas geselinas, con participación en desfiles de modas, y apariciones en los clásicos boliches de la ciudad. Ricardito, siempre sociable y atento, fue y es un gran personaje de la ciudad. “Hice desfiles en La Polilla, en el Hotel Atlántico”, cuenta Eva. “Notas en la revista Adán, el semanario Siete Días y el diario La Nación, trabajé en La Mosca Verde y Cariño Botao…”
Eva, que acaba de cumplir 75 años, la enorme mayoría de ellos viviendo en Villa Gesell, repasa los cambios que vio en la ciudad. “Nosotros amamos Gesell, que antes era distinta, era salvaje, era alegre, era tranquila, las cosas cambiaron, lamentablemente, ahora es una ciudad, hay más de todo. Uno siempre de corazón recuerda las playas amplias llenas de caracoles, los pájaros, hasta la naturaleza cambio, pero bueno, es lo que hay ahora.”
En la sección de archivo, con Aníbal Zaldivar, recordamos; “Casa Gema fue uno de los lugares emblemáticos de Villa Gesell, recuerdo de joven ir a curiosear en el local que tenían en 3 y 107, era muy divertido, tenía ese título de “cosas raras”… Claro que pasados cincuenta años uno se pregunta qué es una cosa rara, con todo lo que ha pasado en el mundo. En ese momento, la presencia de caracoles de todas partes, las artesanías, toda una serie de cosas muy, muy interesantes, que también fueron característicos de Villa Gesell como lugar turístico. Los primeros hippies y artesanos se instalaron alrededor del negocio de 3 y 107, y muchos de los artesanos más famosos de la ciudad dieron sus primeros pasos en Gema.”
Aníbal también recuerda “con mi hermano juntábamos las piñas más pequeñas, y el dueño, nos compraba las piñas si no recuerdo mal a un peso cada una, con eso hacían collares, pulseras… Fue un lugar muy particular, muy característico, y también fue muy famosa Eva, que era llamada “La Eva Geselina”, es toda una historia familiar, que arranca en Europa y sigue aquí en Villa Gesell.”
La nueva generación
Magdalena, la hija mayor de Eva, está hoy abocada a la renovación del negocio. “Este negocio se caracteriza justamente por las rarezas, de ahí vino el nombre, la gente entrada y decía “cuántas cosas raras!”… tenemos un montón de particularidades. Hay cosas que compró mi abuelo, como la armadura medieval, la imitación de cabeza reducida de los jíbaros, peces embalsamados, un museo con mucho material precolombino, mucho material marino, una gran colección de caracoles, la particularidad de la ostra gigante, muchas cosas que el turista, por lo menos en esa época, no tenía posibilidad de ver en ningún lado. Hoy es todo mucho más conocido, se viaja más, pero hace cuarenta o cincuenta años eran cosas que no veías en ningún lado, fósiles, huesos de ballena…”
Magda es una fiel exponente del espíritu aventurero de la familia. “Hice la escuela de Bellas Artes, después me fui en furgoneta a recorrer América, conociendo las diferentes culturas, y los colores de cada civilización… Viví quince años en Barcelona, dedicada a la pintura y el mosaico, y después de mucho tiempo pude volver a plasmar algo que quería hacer desde hace mucho tiempo, la renovación de Gema, con las nuevas generaciones. Estamos acá, poniendo toda la energía, es un proceso muy grande, un trabajo lento pero contento.”
Una parte importante del trabajo que están realizando es la renovación de la fachada, trabajo que está en pleno proceso, y cuando esté terminado será un atractivo más, ya que se realizará en la vereda un piso simulando el mar, y en el techo se colocarán espejos, creando una sensación de estar bajo el mar.
Bárbara, la otra hija de Eva, exhibe algunos de los elementos más típicos del local. “Un clásico de Gema son los aros de escamas, que inventó mi abuelo hace cincuenta años. Contaba que se iba hasta San Clemente los costales de escama de corvina negra, se lavan con agua oxigenada, se tiñen de colores y se perforan para armar el aro. La gente entra y viene directo a verlos, es un material noble, muy liviano, que no se rompe…” Siguiendo la ronda, exhibe otra perla. “Otra pieza muy particular es la lechuza, la compró mi abuelo disecada, era divina, toda llena de plumas, como viva, y un día… Entramos al local y se la habían comido las polillas! Así quedó, en los huesos, parece a propósito, es una cosa rara más…”
Uno de los artículos más llamativos es el “ekeko”, el dios de la abundancia, “que trajo un amigo boliviano de mi madre”, explica Magdalena. “Está de toda la vida, nos acompañó siempre, con su casa a cuestas, en este viaje de abundancia.”
Otro artículo único, afirma Madga, es la ostra gigante. “La ostra es una de las piezas más importantes. Pesa ciento seis kilos, y contaba mi abuelo que cuando la abrieron comieron cuarenta personas. No es una ostra de perla, es calcárea, y la hemos mantenido siempre, con su caja, ya que cuando la mandaron desde Japón escribieron “Vuenos Aires”, por eso recuperamos ese pedazo para mantener la historia.”
Una gran anécdota es cuando lograron el tercer premio en la Exposición Hortícola Internacional, que se realizó en el predio La Rural en 1959. “Ganamos el tercer premio por la originalidad, llevamos todo con semillas, aros, collares, pulseras…”, cuenta Eva.
La historia de Gema y la familia Spiech es la historia de Villa Gesell, que desde los 50 continúa escribiéndose...
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