Opinión

El viaje de vuelta de la Fraciscana



Por Lisandro Meinet - Técnico en Biología Marina


En los últimos días han aparecido, en nuestras playas, algunos ejemplares, sin vida, de delfines franciscana. Nuevamente, pruebas del abuso de la flota pesquera que atenta seriamente contra la supervivencia de esta especie.

La “Franciscana” es el más pequeño de los delfines de nuestro mar, y lo podemos hallar desde el Río de la Plata (también vive en aguas hialinas, mezcla de agua dulce y de mar), hasta las aguas del norte de la Patagonia, frente a Río Negro, desde la costa misma, hasta unos 50 km mar adentro. También habita el mar frente al Uruguay y al sur de Brasil.

Sus hábitos son poco estudiados, poco conocidos, en general. Brasil es el país que más las ha estudiado, y allí se la conoce como “toninha”. Por eso en muchos lugares se la nombra de esa manera. De hecho, la vecina ciudad de Las Toninas debe su nombre a la frecuencia con la que estos mamíferos se exhibían a pocos metros de la playa, entre la primera y la segunda rompiente, con plena confianza hacia las personas. Aún hoy, con mar calmo, es viable ver algunos ejemplares esporádicamente en nuestras playas. Soy testigo, a menudo, durante mis corridas playeras, de esa aleta que emerge cada quince segundos y vuelve a sumergirse en esa clásica manera que tienen los delfines para respirar, en menos de un segundo, a través de un orificio que tienen en la frente, por el cual exhalan el aire usado e inhalan aire fresco en el mismo acto, para desaparecer en un acto de belleza singular.

Se alimentan mayormente de peces, como corvina, pescadilla, brótola, y también de algunos moluscos y crustáceos. El calamar es uno de sus alimentos preferidos. En los estudios realizados a estos cetáceos hallados muertos en nuestras playas, más del 30 % tenían residuos plásticos en sus estómagos, tanto bolsas como restos de industria pesquera (hilos, esferas, nudos).

No tienen grandes depredadores, sino que el hombre y sus actividades son la causa que la llevan a esta preocupante situación que pone en jaque su subsistencia como especie. La pesca con red, de arrastre o a media agua, hace que las franciscanas queden atrapadas, enmalladas, trabadas en las redes sumergidas, y no pueden moverse por varios minutos, hasta que desde el barco suben la red. Para entonces, este delfín ya está sin vida, asfixiado. Así como lo sacan de la red, lo descartan inmediatamente tirándolo al agua, y ya que carece de valor comercial. Han sido hallados cráneos de franciscana en estómagos de algunos tiburones gatopardo, martillo, tigre y  escalandrun, predadores finales, y que tal vez ataquen esporádicamente a la franciscana, aunque en general los tiburones devoran animales muertos en descomposición.

La tasa de reproducción de la Franciscana es muy baja. Nace después de 10 meses de gestación, se amamanta durante un año, aunque a los tres meses ya come alimento sólido, y en poco tiempo más alcanza la madurez sexual. Es habitual encontrar hembras que ya están preñadas pero siguen siendo amamantadas por su madre. Su esperanza de vida, por estos tiempos difíciles, apenas llega a los 10 años. 

La ausencia de algún tipo de regulación que las proteja, hace que el número de ejemplares total, venga disminuyendo un tremendo 30% del total, cada diez años. Así, desde la década del ´80, lo que anuncia un presente gris y un futuro negro para la especie. Estamos en un punto de inflexión grave, donde la pérdida de cada individuo, uno sólo, es mucho más grave que si hace treinta años morían treinta animales juntos. Al ir quedando pocos ejemplares, la muerte de cada uno tiene un efecto cadena que repercute en los demás de manera tremenda. El Estado Provincial no es capaz de dictar medida alguna en su defensa, al igual que ninguno de los Estados Municipales costeros de nuestra Provincia de Buenos Aires, donde ocurren la mayor parte de los enmallamientos. Este animal, el más amenazado de los cetáceos de nuestro mar, ha vivido durante cientos de miles de años desarrollándose, mejorándose, volviéndose más y más apto para vivir en su medio. Es una especie que recién en 1961 fue nombrada de manera científica y se la llamó Pontoporia blainvillei, en honor al naturalista que la describió por primera vez, en el Siglo XIX. Pese a esta larga y fructífera historia de la Franciscana, en un hermoso viaje de ida que la llevó a ser el delfín más abundante de nuestras costas, el más hábil, el más inteligente,  éste presente desolado la pone frente a un muy enmarañado destino, el cual requiere de la inmediata participación del hombre, único responsable de este casi inevitable último viaje de la Franciscana, el viaje del final: su viaje de vuelta…


Obituarios

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